miércoles, 26 de abril de 2017

Música



Espero que mi música pueda ser escuchada

“Se puede deslizar el arco sobre el fondo de un violín durante treinta años, incluso cien años, pero aun así no habrá música alguna. Y la persona que sostiene el arco tampoco se convertirá en música.                                                               Alexander Nevzorov
No es la primera vez que me encuentro con la tarea de tener que aclarar este tema. 
Si intento con mis comentarios o escritos una discriminación objetiva de las metodologías ecuestres o sus abanderados, no es por una actitud de animosidad a las personas que trabajan para la industria ecuestre o en particular para las de las domas alternativas. Lo hago desde lo que yo considero importante para los caballos y necesario para las personas que quieren entender los diferentes métodos y aproximaciones a este animal.
Voy a intentar explicarlo nuevamente desde otro ángulo. Ojalá que no se me mal interprete.
Mi problema con la Doma Natural es su fama -por decirlo de alguna manera. No tengo problemas con Lucy Rees o con quienes quieran aplicarla, como ya lo he explicado en reiteradas ocasiones, la doma natural es un método de sometimiento y mella de los caballos, fácil y eficaz, muy útil para quien lo desea (incluso puedo agregar que es menos violenta de la domaindia que practiqué en mis inicios).

Respeto el trabajo de los etológos, sé que son buenas personas y reconozco en muchos su amor por los caballos y su entrega pero, viniendo de ellos ( incluso tal vez por eso) las confusiones sobre la Doma Natural son más graves.

Sobre las personas que trabajamos con los caballos...Bien sé que algunos están en un proceso, muchos hemos pasado por eso. Sé también que no tiene que ver con nuestros años de trabajo con los caballos, he visto a un adolescente encontrarse con un caballo por tercera vez en su vida, demostrar una comprensión y empatía que a mí me llevaron años de desaprendizaje. Los años de experiencia con caballos no son nada o incluso al decir de Alexander, la experiencia ecuestre de siglos puede ser rápidamente descartada a la basura. Esa es la paradoja respecto de la historia de la relación humana con los caballos. La idea de la histórica dupla hombre caballo en sí está cambiando, junto con nuestra percepción general de los animales.
Decía en el último libro
“Siento nuevamente, tal vez algunos lo compartan, que todo lo que vamos haciendo tiene que ver con el camino para conocernos, darnos sentido. Los que recorren la senda de los caballos van a encontrar mucha maravilla en su cercanía, pues, por alguna razón, el caballo se ha convertido en un animal simbólico para los pueblos y culturas que lo han conocido. No dudo que la mayoría de ustedes lo ha experimentado en algún momento del encuentro o contemplación de estos maravillosos seres. La pregunta sigue siendo ¿qué siente el caballo? ¿Qué le hacemos sentir y experimentar durante estos encuentros? Todavía resuena en mí la frase del escritor Eduardo Galeano que les compartí al principio de este libro, “somos eso que hacemos para cambiar lo que somos”. Desconozco las razones por las que cada uno de ustedes se acercó a los caballos, pero desearía llamar su atención sobre qué es lo que cada uno de nosotros hace con ellos o junto a ellos. Eso que, según el escritor uruguayo, en definitiva somos”. Y LE SUSURRÉ AL CABALLO, 2016
Es claro que hay que tener en cuenta que este asunto es un proceso y que cada uno actúa desde su comprensión. Que todos somos personas bien intencionadas, todos actuamos de buena fe o amamos los caballos y luchamos por ellos, todos estamos en algún apredizaje, todos nos esforzamos, todos cometemos errores, en fin, todos somos humanos.

Hace un par de años me encontré un texto de un blog ( muy bueno por cierto) sobre el caballo y la caja de Skinner. Cuando di un vistazo al autor, era alguien que definitivamente en esa época su manera de interactuar con los caballos no se correspondía a sus palabras (esto fue hace un par de años, tal vez ahora este en otro punto). Cuando leo mis escritos de hace diez años atrás me doy cuenta de cuánto nos parecemos muchos de los que recorrimos el camino de los caballos.

Definitivamente en ese aspecto todos somos parecidos o iguales, pero para las personas que nos siguen, escuchan o leen y por sobre todo para los caballos, la diferencia es lo que hacemos al caballo en un curso o fuera de este, en nuestro que hacer diario. Lo que agradecen los Pottokas a Lucy, cuando ella va a verlos, es que vaya con una libreta y un lápiz y no con una soga. Ahí es donde ella se convierte, para mi, en una verdadera artista.
Lo importante que les propongo reflexionar es ¿qué es lo que nos diferencia para los caballos?
El camino que hemos elegido, eso que estamos haciendo hoy, pues al fin y al cabo lo que me hace diferente a mí respecto de otros para los caballos, no es lo que digo o pienso, es lo que hago con ellos cuando nos encontramos.


Gracias por leerme.

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